La mente es nuestra llave. Con
ella podemos abrir las puertas de nuestro destino o caer en los abismos que nos acechan, ya que esas
puertas que vamos encontrando, no siempre conducen al exterior, no siempre nos llevan a esas regiones
imaginadas, más o menos abiertas, en las que suponemos que uno respirará al fin un aire de libertad; lo que ocurre muchas veces es que conducen a nuestras profundidades, a
esos espacios abruptos en los que palpita nuestro dolor, nuestros deseos y la silueta
de nuestros secretos. Piranesi marcó una época. Sus grabados en arquitectura
supusieron una importante contribución al neoclasicismo. Pero más allá de
estos, en la cumbre de las obras maestras de la humanidad, se encuentran sus Prisiones, en las que “transformó las
ruinas romanas en fantásticos y desmesurados calabozos dominados por enormes y
oscuros pasadizos, empinadas escaleras a increíbles alturas y extrañas galerías
que no conducen a ninguna parte. Estos grabados ejercieron una enorme
influencia en el romanticismo del siglo XIX, jugando también un destacado papel
en el desarrollo, ya en el siglo XX, del surrealismo e incluso en los decorados
para el cine de terror.”
Una llave, innumerables puertas.
Una mente, un abismo insondable.
Una maravillosa recreación de la mente de Piranesi y de sus "puertas".
Una maravillosa recreación de la mente de Piranesi y de sus "puertas".