Bajo el hechizo de sus farolas, la ciudad se transforma en
un milagro de historias, calles y personas que se sueñan, flotando de puntillas
sobre el distendido tiempo del descanso; dejando crecer sus viejas raíces en la
paz sin voces ni ruidos. A tan altas horas la ciudad ya no es ciudad; es un sueño que no descansa; el sueño de un
sonámbulo que trata de descifrar su enigma, mientras todos creen que duerme; mientras ellos mismos duermen.
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