El estilo de El Bosco es inclasificable, tan adelantado a su época (siglo XV) que si no supiéramos cuándo realizó su obra, podríamos llegar a clasificarla dentro del movimiento Surrealista (siglo XX). Su originalidad es tal, que se sitúa lejos de cualquier influencia pictórica. Es único, una excepción magnética, un visionario situado en un plano superior. La libertad extrema de su obra representa uno de los ejemplos más sólidos y apasionantes del movimiento humanista, basado en la crítica social y la defensa de las libertades, en un contexto de férrea intransigencia, con la inquisición como primer ejemplo de la misma. Atacó los vicios de la sociedad sirviéndose de una gran simbología (siglos más tarde Dalí haría algo similar, aunque sin ese espíritu reivindicativo), en ocasiones con imágenes muy violentas y elementos imaginativos procedentes de los escritos y discursos místicos, de prácticas mágicas y ocultismos, de las tradiciones populares y de un simbolismo erótico.
El carro de heno es un tríptico, esto es, está compuesto por tres tablas. Cuando está cerrado podemos ver la imagen de un vendedor ambulante acechado por los peligros del viaje, representados, entre otros, por la lujuria (la pareja que baila) y la violencia (el hombre al que están atando al árbol).
En el primer cuadro, el izquierdo, está dedicado a la creación, el pecado original y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. Los insectos representan a los ángeles caídos.
En el cuadro del centro (y principal) está basado en el proverbio flamenco «El mundo es un carro de heno, del cual cada uno toma lo que puede» e intenta retratar a la sociedad de su tiempo (en realidad, ¿qué sociedad no es así?), en la que todo el mundo intenta conseguir un puñado de paja, de riquezas, de placer. A su izquierda se puede ver que los poderosos lo tienen fácil, van a caballo y en relativa armonía, por detrás del carro del tiempo. Los más desfavorecidos no lo tienen tan fácil, y tienen que pelear por conseguir una poco de paja. En la parte inferior podemos observar distintas imágenes de degradación moral: un religioso al que sus sirvientes le traen el heno, un curandero, un individuo que intenta engañar a un niño, etc… La obra denuncia, pues, el gusto por las riquezas efímeras, la vanidad moral y el egoísmo que nos rodea. Tiran del carro criaturas fantásticas, que encarnan el vicio y los castigos que están por venir, a todos.
En el cuadro derecho el hombre entra por fin en los infiernos, y allí es castigado sin demora por los esbirros del mal. Al fondo la torre trabaja a pleno rendimiento. El mal funciona a toda máquina.
Esta obra, junto con otras del autor, se encuentra en el Museo de El Padro de Madrid.
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