Vivió una infancia prisionera, y creyó en la libertad como si fuera religión.
Por ella dedicó a Napoleón su tercera sinfonía y después borró la dedicatoria, inventó música sin miedo al qué dirán, se burló de los príncipes, vivió en perpetuo desacuerdo con todo el mundo, fue solo y fue pobre, y tuvo que mudarse de casa más de sesenta veces.
Y odió la censura.
La censura cambió el nombre de la «Oda a la libertad», del poeta Friedrich von Schiller, que pasó a ser la «Oda a la alegría» de la Novena Sinfonía.
En el estreno de la Novena, en Viena, Beethoven se vengó. Dirigió la orquesta y el coro con tan desenfrenado brío que la censurada «Oda» se convirtió en un himno a la alegría de la libertad.
Ya la obra había concluido y él seguía de espaldas al público, hasta que alguien lo dio vuelta y él pudo ver la ovación que no podía escuchar.
Eduargo Galeano
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