martes, 25 de octubre de 2011

Los sueños de Josef Sudek

Era encuadernador pero una bomba - durante la primera guerra mundial - le arrancaría un brazo y le pondría en el extremo del otro, en la mano, poco después, una cámara de fotos. Tullido, confuso, encontró el rastro secreto de su vocación: la imagen poética.  Enamorado de las luces y las sombras como pocos, jugaba durante horas con los contrastes sutiles de ambos mundos. Tras su aparatosa cámara, la paciencia era su mejor compañera. 


Junto a ellas lograba hacer milagros: capturar el tiempo en su instante más vulnerable, cuando casi estaba quieto y descansando de su devenir incesante. 

 
El resultado son imágenes que caminan de puntillas por una realidad que se funde, muchas veces, con los sueños. 



El propio Josef Sudek era un tanto irreal en aquella Praga nocturna, brumosa, paseando su cámara a cuestas, envuelto en un interminable abrigo negro y con una gorra a juego con la noche. Era un fantasma a la caza del tiempo, que se paseaba por la ciudad sin que nadie reparase en él, sin que nadie desvelase sus intenciones. 






Caminante de las calles, también fue caminante de su interior. Retrató los objetos más cercanos, lo insignificante buscándose a sí mismo. Los vasos, platos, sillas, floreros son extensiones emocionales de Josef Sudek.   




Un hombre, en definitiva, tímido, casi invisible, cuya obra produce en el espectador profundos interrogantes. Son los interrogantes que sentimos frente al tiempo que se nos escapa de las manos, que se desvanece tras la estela de nuestros recuerdos.     





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