En esta época de desilusión, de moral doble y manoseada, de competencia masiva, de consumismo de objetos sin objeto, de intranscendencia intelectual generalizada, aquellos valores que deberían dar sentido a nuestra vida, aquellos por los que lucharon tantas generaciones de hombres a contracorriente de guerras, opresiones, ideologías absolutistas, desprecio por lo diferente y por las opiniones que no compartimos; aquellos nobles valores que deberían ser el sustento emocional y espiritual de cualquier ciudadano de mundo, siguen siendo pisoteados desde muchos frentes, abriendo profundas heridas a este mundo castigado por el dolor y la impunidad. Hoy en día Colombia, Afganistán, Somalia, Irak, México, Sudán, Siria, Arabia Saudí, Libia y tantos otros lugares alentados, instigados o motivados por fuerzas externas - o a veces sin ellas, pues la bestialidad parece estar democráticamente repartida en los instintos más bajos de cada ser humano -; como decía, hoy en día la destrucción más salvaje aplasta los corazones, los recuerdos y el amanecer de muchas vidas. ¿Cómo no dejarse arrastrar por tanta insensatez, por tanta felicidad con fecha de caducidad (la del producto a la que está asociada) e insensible a la desgracia ajena? ¿Cómo podemos ser independientes, libres? ¿Cómo conservar nuestra opinión atacada por tantos intereses e intransigencias de guante blanco? ¿Cómo eludir el adoctrinamiento de las naciones, religiones y mercados? ¿Cómo proteger nuestras intenciones, nuestras ideas, el sentido que queremos dar a nuestras vidas? ¿Cómo preservar, en definitiva, nuestras vidas de los intereses que tantas veces nos desprotegen, nos maltratan, nos aniquilan? En esta época de desilusión, en la que las guerras, los mercados financieros y los deportes de masas acaparan los telediarios, debemos defender nuestros pensamientos. En ellos está el maltrecho brote de libertad que existe en el mundo. Reguémoslo con nuestros sueños. Hagamos que sus raíces lleguen a todos los rincones.
Como dijo Sebastian Castellio: “Matar a un hombre no es defender una doctrina sino matar a un hombre”. Humillarlo, explotarlo o arruinarlo también son otras formas de muerte.
Como dijo Sebastian Castellio: “Matar a un hombre no es defender una doctrina sino matar a un hombre”. Humillarlo, explotarlo o arruinarlo también son otras formas de muerte.
¡Soñemos!
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