Nacido en Ucrania, nunca tuvo problemas de reconocimiento. Su arte era tan directo, tan evidente, que doblegaba todas las sensibilidades. Trató temas tan variados como la vida cotidiana de su pueblo, la mitología eslava, episodios históricos de gran relevancia o los retratos. Gracias a su desbordante realismo, sus obras son capaces de profundizar en los sentimientos, las contradicciones, el espíritu.
En Los cosacos Zaporogos le escribe una carta al Sultán de Turquía, una de sus obras más complejas, rememora un hecho legendario: la respuesta de los cosacos ucranianos en 1676 a una carta del Sultán del imperio otomano, al que acababan de derrotar, en la que el Sultán insistía en que aceptasen su dominio. Los Cosacos, liderados por Ivan Sirko, escribieron una carta repleta de insultos y obscenidades. El cuadro muestra en ambiente festivo que reina entre los cosacos tras leer el ultimátum del Sultan y empezar a escribir una respuesta repleta de vulgaridades. Como muchos rusos, Repin admiraba profundamente a estos hombres: “Nadie en el mundo ha mostrado ese espíritu de libertad, igualdad y fraternidad”.
El ultimátum del Sultán
Como Sultán, hijo de Mahoma; hermano del sol y de la luna; nieto y virrey de Dios, gobernante de los reinos de Macedonia, Babilonia, Jerusalen, Alto y Bajo Egipto, emperador de emperadores, soberano de soberanos, extraordinario caballero, nunca derrotado; firme guardián de la tumba de Jesucristo, delegado del poder divino, esperanza y confort de los musulmanes, cofundador y gran defensor de los cristianos,… Les ordeno, cosacos zaporogos, a someterse a mí voluntariamente sin resistencia alguna, y cesar de molestarme con vuestros ataques.
—Sultán de Turquía Mehmed IV
La respuesta de los cosacos
¡Cosacos zaporogos al Sultán turco! Oh sultán, demonio turco, y a los parientes y amigos del insoportable demonio, secretario de Lucifer. ¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo?. El demonio caga, y tu ejército come. No podrás, hijo de mala madre, hacer presa de los hijos cristianos; no tememos a tu ejército, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete.
¡Despojo babilónico, loco macedónico, copero de Jerusalén, macho cabrío de Alejandría, porquero del alto y bajo Egipto, cerdo armenio, ladrón de Podolia, calamidad tártara, verdugo de Kamyanets, tonto de todo el mundo y el submundo, idiota ante Dios, nieto de la serpiente, calambre en nuestros penes, morro de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, rostro del anticristianismo, fóllate a tu propia madre!
¡Por esto los zaporogos te declaran basura de bajo fondo, nunca podrás apacentar a los cerdos cristianos. Concluímos con ésto, y como no sabemos la fecha ni poseemos calendario, la luna en el cielo, el año del Señor, el mismo día es aquí que allí, así que bésanos el culo!
—Koshovyi Otaman, Ivan Sirko, y todos los Zapórogos
Entre los cuadros que pintó sobre el movimiento revolucionario ruso, destaca No lo esperaban; en ella se representa la sorpresa de una familia ante la llegada de un refugiado político.
Su obra Procesión de la Pascua en la provincia de Kursk representa el prototipo de estilo nacional ruso. En ella se pueden apreciar el contraste de clases sociales, las fricciones que surgen entre ellas, la desgarradora situación de los desheredados, bajo el marco religioso de una procesión que refuerza la violencia del hombre contra el hombre.
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