jueves, 14 de julio de 2011

Noche y niebla

Documental de Alain Resnais, texto de Jean Cayrol.

 
Nuestra capacidad de destrucción pone de relieve la  naturaleza  más deplorable del ser humano.  Cuando esto ocurre, el entendimiento acumulado durante siglos, los valores que nos modelan y la belleza  que la vida  brinda  a cada uno de nosotros, se esfuman.  No queda espacio para la compasión, incluso el Dios de los creyentes  deja de existir. El tiempo no es tiempo, se para, muere entre los gritos rotos, la carne desgarrada, los ojos sin brillo.  
Ciertos episodios de la segunda guerra mundial agrietaron los cimientos de nuestra civilización.  ¿Aprendimos la lección? No lo suficiente: el dolor siguió su curso, derramándose por todas partes,  ante la indiferencia  por la desgracia ajena. Cada uno a lo suyo. Aunque muchas veces, tras esta frase, se esconde una mucho más objetiva: Lo tuyo ahora es mío. 
Noche y niebla nos abre las puertas de un infierno abandonado a toda prisa, con los hornos aún calientes del odio más inhumano,  trasladado espontáneamente a otros lugares del planeta,  en donde el odio ha continuado su curso: Corea de Norte, Vietnam, Camboya,  Bosnia, Argentina,  Chile, Afganistán, Sudán, Irak, Irán…  Podría seguir, y llenar la página... 
 
Volvamos a la segunda guerra mundial, a las barracas de madera que se levantaron en los campos, a las humillaciones de los recién llegados (rapados, tatuados,  numerados: anulados), a las SS,  hombres como los otros, atrapados por un sistema atroz, omnipotente, bajo una justicia siniestra. El dolor que provocan nunca se interrumpe del todo. Tres mil murieron en la construcción de esta escalinata.  La muerte como primera elección para resolver  nuestros problemas, cadáveres amontonados en cualquier parte, sin impórtale a nadie,  sangre atascando los desagües. Trabajadores que pesan 30 kilos.  Hay continuos controles, la seguridad es la excusa para la violencia directa, injustificada. El campo crece, los vigilantes hacen su vida con normalidad: construyen viveros, un orfanato, un zoológico. El terror está muy cerca. Son ellos mismos; lo llevan dentro.  Para el vigilante  los prisioneros no están allí, los tienen delante pero no los ven, no los quieren ver.  Hacen su trabajo. Punto. 


Nuevas órdenes:  se despliegan los planos, comienzan los trabajos. Carne fresca procedente de toda Europa. Cámaras de gas. Puertas cerradas. Gritos. Muerte.  Pero aún queda el botín: cabellos a quince peniques el kilo, huesos para fertilizantes, jabón con los cuerpos…  Los campos crecen todavía más, son las ciudades de la desolación, el dolor convertido en la norma.
Entonces todo se para.  Los alemanes pierden la guerra. Los prisioneros descubren que son libres. ¿Libres de qué?  De  alguna manera ya han muerto, junto con los otros 9.000.000. Además, el grito nunca calla, en estos momentos desgarra la garganta de miles, porque la locura sanguinaria del hombre es tan habitual que sólo queda esconderla. Para eso hay medios.  




Guión del documental:

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