Los números grandes son figuras fascinantes, debido tal vez a su inaccesibilidad de cumbres numéricas inalcanzables. De alguna manera los comprendemos, sí, pero no están hechos para nosotros, son demasiado aparatosos, no sabemos qué hacer con ellos. En paralelo, la dinámica de crecimiento perpetuo (e imaginario, en mi opinión) ha elevado más si cabe el perfil montañoso de la economía actual. No hace mucho tiempo, el término “millones” se utilizaba para nombrar cifras que lo abarcaban todo. Entonces se era millonario, la población de la Tierra era de 250 millones (en tiempos de Jesús), había cerca de 4 millones de estadounidenses en 1787 (año en el que se adoptó la Constitución), 40 millones de seres humanos perdieron la vida en la Primera Guerra Mundial, un año tiene 31,7 millones de segundos, etc...
En las últimas décadas, esta tendencia se ha acentuado vertiginosamente.
Hoy decimos que la tierra tiene una edad aproximada de 4.600 millones de años y que la habitan cerca de 7.000 millones seres humanos, el Plan de rescate financiero de USA del 2008 ascendió a 700.000 millones de dólares, mientras que el gasto comprometido por España para la construcción de las líneas de alta velocidad asciende a unos 50.000 millones de euros, el mexicano Carlos Slim cuenta con una fortuna de 74.000 millones (según Forbes), etc...
Ante semejantes cifras, los viejos millones parecen haber empequeñecido para convertirse en elementos cotidianos y manejables. En este escenario, quizá dentro de poco ocurra lo mismo con los “miles de millones”, y sólo los billones sean cumbres remotas y de acceso restringido. Aunque, para ser sinceros, desde hace tiempo jugamos con ellos y tal vez no sean tan grandes como nuestras expectativas: el endeudamiento actual de España es de 1,7 billones de euros, el de EEUU de 15 billones, y así muchos más ejemplos...
Quizá tengamos que empezar a hablar del término trillón, pero es tan colosal, que muchos nos sabremos cuantos ceros tiene:
1.000.000.000.000.000.000
Si para contar 630 millones necesitaríamos unos 10 años (a un ritmo rápido, con una media de dos números por segundo), para contar un trillón necesitaríamos la friolera de 15.873.015.873.015.873 años. Brutal.
Un detalle de interés: mientras que los europeos no hemos manejado cifras grandes hasta hace poco, otras civilizaciones sí lo hicieron en la antigüedad. Según la escala cronológica de los mayas, la edad de la tierra era mucho mayor que la fijada por los europeos (sólo unos miles de años) y en las ruinas de Coba hay inscripciones que la fijan en 1029 . Los hindúes por su parte creían, a su vez, que la edad era de 8.600 millones. Por poco aciertan.
Bibliografia: Miles de millones, de Carl Sagan.
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