martes, 28 de junio de 2011

Los papalagi

Se trata de un libro realmente divertido, escrito por Erich Scheurmann (Hamburgo 1878, Armfeld1957),  basado en los supuestos discursos que el jefe samoano Tuiavii de Tiavea dirige a sus conciudadanos, sobre un viaje realizado por Europa poco antes de que estallara la primera guerra mundial. Erich Scheurmann habría traducido al alemán dichos discursos. Papalagi significa “hombre blanco” en lengua samoana. Capítulo a capítulo Tuavii de Tiavea analiza, desde su perspectiva, la cultura europea, criticando su materialismo y un sin número de conductas que le llaman poderosamente la atención.  El tono de la obra es ligero, no exento de humor, y abarca temas tan dispares como nuestra forma de interpretar el tiempo o la vestimenta que gastábamos por estos lares.


Aunque parece ser que el autor sí que viajó a Samoa, no existen pruebas de la autenticidad de tales discursos, tratándose tal vez de un bulo, si bien las ediciones actuales del libro no aclaran este punto.

Algunas citas del libro:
  • “Cuando a los europeos les muestras una pieza de metal redondo y brillante o una hoja de papel tosco, entonces sus ojos se iluminan y la saliva empieza a babear por sus labios. Dinero es su único amor, el dinero es su Dios.”
  • “Y los Papalagi inventan cada vez más cosas. Sus manos arden, sus rostros se vuelven cenicientos y sus espaldas están encorvadas, pero todavía revientan de felicidad cuando han triunfado haciendo una cosa nueva. Y, de repente, todo el mundo quiere tener tal cosa; la ponen frente a ellos, la adoran y le cantan elogios en su lenguaje.”
  • “Es signo de gran pobreza que alguien necesite muchas cosas.”
  • “Ningún Papalagi canta o va por la vida con un destello en su mirada cuando su única posesión es un recipiente de comida como hacemos nosotros.”
  • “Aunque nunca habrá más tiempo entre el amanecer y el ocaso, esto nunca será suficiente para ellos.”
  • “Otra vez vi a un Papalagi que tenía tiempo y nunca se lamentaba a causa de él. Pero ese hombre era pobre, sucio y despreciado […] No entendí eso, porque su paso era lento y seguro, y sus ojos tranquilos y amistosos. Cuando le pregunté cómo había sucedido eso, movió su cabeza y dijo tristemente: “Nunca he sido capaz de aprovechar mi tiempo; por eso ahora soy pobre y un zoquete despreciado”. Ese hombre tenía tiempo, pero no era feliz.”
  • “¿Qué pensaríais de un hombre que tiene un manojo entero de plátanos en sus manos y que no está dispuesto a dar ni siquiera una simple fruta al hambriento que le implora? […] Sabed entonces, que el Papalagi actúa de este modo cada hora, cada día. Incluso si tiene cien esteras, no dará siquiera una a su hermano que no tiene ninguna. No; él incluso reprocha a su hermano por no tener ninguna.”
  • “Los Papalagi retan a Dios pero el sol, el agua y el fuego obedecen aún primero a Dios. Y el hombre blanco no ha conseguido todavía regular la salida de la luna o la dirección del viento.”
  • “Únicamente cuando todos los sentidos y todos los miembros trabajan juntos, puede el corazón de un hombre ser feliz y estar saludable, y no cuando se permite vivir únicamente a una parte y el resto de él tiene que hacerse el muerto.”
  • “Pero los Papalagi piensan tanto porque para ellos el pensar se ha convertido en un hábito, una necesidad y una carencia; a menudo viven únicamente con sus cabezas, mientras que el resto de sus cuerpos están profundamente dormidos.”

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