viernes, 18 de octubre de 2013

Quédate conmigo este día y esta noche


Quédate conmigo este día y esta noche y tendrás el origen de todos los poemas,

tendrás lo bueno de la tierra y del sol…quedan millones de soles,
no volverás a experimentar las cosas de segunda o tercera mano…
ni verás con los ojos de los muertos…ni te alimentarás de espectros en los libros,
tampoco verás a través de mis ojos, ni conocerás las cosas a través mío,
oirás a todos y discernirás por ti mismo.


                                                            
                                                                                                                                     Walt Whitman

miércoles, 2 de octubre de 2013

Sobre lo breve

[... pues no es en las acciones más ilustres donde se manifiesta la virtud o la vileza, sino que, muchas veces, algo breve, un dicho o una trivialidad, sirven mejor para mostrar la índole de los hombres que sangrientas batallas, nutridos ejércitos o asedios de ciudades].


Plutarco, Vidas paralelas
Alejandro 1,2

martes, 1 de octubre de 2013

Un día en la vida de K.



Cuando K. abre los ojos por la mañana, sabe qué va a pasar de antemano. Sabe que se levantará de la cama aturullado por el sueño, que desayunará frente a la tele, castigado por el telediario de turno, que se peleará en el atasco siempre, que pasará ocho horas en el trabajo con las constantes vitales bajo mínimos, respirando lo justo para cumplir sus funciones y no quedarse petrificado frente al monitor, que volverá a pelearse con el atasco de la mañana, pues le esperará pacientemente, salga a la hora que salga, y que, ya en casa, podrá la tele y pasará las pocas horas del día que restan pegado al sofá, aturdido por las imágenes, por los productos, por las voces que invadirán la casa sin control, libres como un tsunami consentido. Que cenará sin florituras navegando al mismo tiempo por Internet y  que por fin se irá a la cama, cansado de no hacer nada, con una sensación de vacío en sus parpados agotados. Cuando   K abra los ojos la siguiente mañana, sabrá de antemano lo que le deparará el día.  Y es K. lo sabe todo, lleva una vida de lo más cómoda y previsible. Si le propusieran cualquier cambio en su rutina, lo rechazaría. Le gusta atar en corto al futuro y que el presente se desdibuje y se vuelva inútil e indiferenciable. Y es que K. es un hombre de principios. No le gustan los experimentos. Su vida es lo primero: una vida estable y comprometida con su lugar en el mundo.  Por eso K., como ayer y como siempre, se levanta de la cama sonriente, satisfecho en su vacío perfecto, pletórico en su previsibilidad sin matices.  Hoy sin embargo piensa darse un homenaje; para ello, subirá el volumen de televisor más de lo habitual, pitará con más mala uva a los conductores que le incomodarán camino del trabajo, contestará airadamente a un par de subordinados de su oficina y echará una salsa nueva en su cena de la noche. K. es así de juguetón, con él nunca se sabe.




miércoles, 31 de julio de 2013

El hechizo



Quién puede dudar de que vivimos en un mundo hechizado en el sentido más estricto de la palabra. Una gran mayoría, espoleada una catarata de publicidad insaciable, por la propaganda política más simplista, por la manipulación mediática, difundidas durante años, sin interrupción,  hemos ido perdiendo la perspectiva, hemos ido alejándonos los unos de los otros, por el solitario camino del individualismo, condenados a ejecutar los patrones establecidos sin cuestionarnos nada, absortos en nuestras vidas. Sólo la crisis económica reinante nos ha permitido apartar levemente la vista de los televisores, pero lo hemos hecho todavía hechizados,  todavía confusos, todavía profundamente sumisos y obedientes.  Nuestros argumentos están, todavía hoy, invadidos por la confusión que nos han inyectado. Nuestras ideas, sueños y necesidad están, todavía hoy, saturados por mensajes programados, por ideas precocinadas en los talleres del consumo, de la política al servicio de lo superficial.  El tam-tam de la incoherencia retumba en todos nuestros hogares. Ni siquiera somos capaces de bajar el volumen de tanta basura. Somos los hechizados, aferrados a nuestros teléfonos, caminando con pasos mecánicos, deambulando como sonámbulos bajo las fórmulas destinadas a mantenerlos en estado de alienación constante. 



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