miércoles, 31 de agosto de 2011

El Mausoleo de Lenin



El estrés sufrido durante la Revolución rusa, así como las secuelas de su intento de asesinato en agosto de 1918, dañaron profundamente la salud de Lenin. La tensiones de un día a día frenético que cambiaría la configuración del siglo XX,  y los tres balazos (dos en el hombro, uno en el pulmón, que le dejarían alojado de por vida un proyectil muy cerca de la espina dorsal) parece que precipitaron su muerte. En marzo de 1923, tras sufrir su tercer infarto, quedó definitivamente imposibilitado, en la cama y sin habla. Poco después, el 21 de enero de 1924, a las 18:50 horas de Moscú, murió una de las figuras clave de la historia contemporánea. Tenía 53 años. Esa misma noche, Alexei Shchusev recibió el encargo de construir un mausoleo de madera, en la plaza Roja, en sólo tres días.






 Más de un millón de personas le darían la despedida.
 
Stalin junto al cuerpo de Lenin

Desde entonces, el cuerpo embalsamado de Lenín ha sido expuesto al público ininterrumpidamente, salvo en contadas ocasiones, generalmente por motivos de guerra. En 1929 se pensó que el cuerpo podría conservarse más tiempo del previsto inicialmente mejorando las instalaciones, por lo que fue encargado un nuevo mausoleo, esta vez de granito.


Como curiosidad, el cuerpo embalsamado de Stalin también reposó en el Mausoleo, junto al de Lenin, desde su muerte en 1953 hasta el 31 de octubre de 1961, en el que fue retirado durante la campaña de Desestalinización y enterrado detrás del mausoleo, junto a las murallas del Kremlin.




Actualmente, dentro del Mausoleo, está completamente prohibido el uso de cámaras fotográficas o de vídeo en su interior. Al entrar, el visitante desciende por unas escaleras que, en su contraste con la luminosidad del exterior, lo sumergen en la oscuridad, bajo la atenta mirada de los guardias que aguardan como sombras. Una puerta, más escaleras, nuevas oscuridades, más guardias, el camino no es directo, aturde al visitante desprevenido, los guardias a veces te acompañan, muy cerca, en un claro ejercicio de intimidación, y de pronto la sala, el sarcófago y el cuerpo de Lenin tal como siempre lo habías imaginado. El silencio te envuelve, los ojos se clavan en ese cuerpo pequeño, pálido, inerme que albergó tantas energías, pero no tienes tiempo, uno no puede estar parado, debes seguir caminando y salir cuanto antes. Lenin vuelve a desaparecer para siempre.

Visita virtual del Mausoleo: http://www.lenin.ru/vmas_e.htm

Ticket de entrada al Mausoleo (1954)

martes, 30 de agosto de 2011

Baraka

TÍTULO ORIGINAL: Baraka 
AÑO: 1992
DURACIÓN: 100 min.
PAÍS: EEUU







DIRECTOR:  Ron Fricke
GUIÓN: Ron Fricke, Genevieve Nicholas, Mark Magidsen, Bob Green
PRODUCTORA: Magidson Films



Baraka: bendición divina. Palabra de origen árabe que en francés y español se emplea para referirse a  “la suerte providencial” y, en general, cuando alguien supera favorablemente una situación muy peligrosa.  Tener baraka.  ¿Tendrá la tierra baraka? ¿Y la  naturaleza? ¿Y el ser humano? Está por ver. De la mano de unas imágenes de una grandeza intangible,  Ron Fricke nos traslada a otros pueblos, nos sumerge en las vibraciones de paisajes lejanos, de culturas y tradiciones que nos pueden resultar extrañas pero que palpitan la misma vida que circula por nuestras venas.   

Imágenes que reflejan la interacción del hombre y el mundo que le rodea o, según se mire, al que el mismo hombre rodea.  La guerra, la pobreza, la mecanización, la destrucción del medio ambiente. Forman parte de nosotros.  Noventa minutos de imágenes sin narrador que  pondrán de manifiesto la belleza de la que formamos parte, la  fragilidad que nos envuelve y el poder que muchas veces no sabemos controlar.    Un poema único, profundo y  transcendental, enmarcado en  música y  planos del firmamento.  

El ser humano en armonía con su medio o menospreciándolo.  La apoteosis  de la naturaleza o nuestro empeño en la devastación. Una mirada cercana a la vida; todo y nada:  Baraka.














lunes, 29 de agosto de 2011

El Réquiem de Mozart



En julio de 1791 Mozart recibió un encargo anónimo: componer un Réquiem. Las circunstancias de la contratación sobrecogieron tanto al compositor, de natural supersticioso, que llegó a imaginarse al extraño mensajero como un heraldo sobrenatural y que el réquiem iría destinado precisamente a su propio funeral. Obsesionado como estaba de la muerte, estos hechos atormentaron sobremanera al compositor, de por sí ya debilitado. Cuando murió el 5 de diciembre, dejó la obra incompleta: tres secciones con el coro y el órgano, El introitus, el Kyrie y el Dies Irae; del resto de la secuencia solo dejó partes instrumentales, el coro, voces solistas, el bajo, órgano incompletos, y numerosas anotaciones. Por este motivo, existen varias versiones con retoques añadidos. La más conocida data de 1972, de Franz Beyer, casi 200 años después de la muerte del genio inigualable, asolado por la miseria en sus últimos días, excomulgado, enterrado en una fosa común y cuyos restos se perdieron para siempre (y que podrían haber dado algo de luz a las verdaderas causas de su muerte)  al excavarse la tumba 7 años después.
Nos queda, sin embargo, la absoluta y desbordante naturalidad de su imaginación. Un faro de musicalidad que nos sumerge en la transcendencia de la vida y el alma.  Tanto y al mismo tiempo tan poco: no olvidemos que murió con sólo 35 años.  D.E.P

Escenificación figurada en Amadeus, de Milos Forman.

viernes, 26 de agosto de 2011

La isla de las flores

TÍTULO ORIGINAL: Ilha das Flores (Isle of Flowers) 
AÑO: 1989
DURACIÓN: 13 min.
PAÍS: Brasil
DIRECTOR: Jorge Furtado
GUIÓN: Jorge Furtado
MÚSICA: Geraldo Flach
FOTOGRAFÍA Sergio Amon, Roberto Henkin  
PRODUCTORA Nora Goulart, Monica Schmiedt
PREMIOS 1989: Festival de Berlín: Oso de Plata (mejor cortometraje)

Brillante y divertido cortometraje de apenas 13 minutos basado en la cadena productiva que conduce los tomates plantados por el Sr. Suzuki a un vertedero de Porto Alegre, más conocido por la isla de las Flores. Metáfora mordaz de nuestro sistema  económico en el que los productos se exponen profusamente empaquetados, como si de joyas se tratasen, en los escaparates de las tiendas, sobre los estantes de los centros comerciales, para acabar, muchas veces, en las entrañas de  cualquier vertedero, improvisado supermercado, a su vez, de las clases más desfavorecidas de tantos paises. El director retrata con ironía las miserias de nuestra especie, en el que la inteligencia contrastada que a veces demostramos, desaparece muy a menudo gracias a  nuestro desinterés por aquello que no queremos ver.  


miércoles, 24 de agosto de 2011

Premios Pulitzer de fotografía 2011


Otorgados por la Universidad de Columbia desde 1917, considerados como la mayor distinción en la prensa estadounidense, este año ha recaído en Barbara Davidson, de Los Angeles Times,  por sus imágenes de las víctimas inocentes del fuego cruzado entre pandillas de Los Angeles.

 Rashaun Williams, 29 años, llora a su regreso a casa después de haber sido herido en un tiroteo en el sur de  Los Angeles

Josue, Katherine, Kevin, Kimberlin y Oscar duermen con su madre. Josue, de 4 años, recibió un disparo durante un tiroteo, desde entonces, todos los hermanos quieren dormir junto a su madre.

Una paloma es soltada durante el funeral de Aaron Jerel Shannon Jr, muerto por un disparo en la cabeza en Halloween.
Un niña de 10 años que recibió tres disparos cuando jugaba el baloncesto se recupera en un hopital 


Jamiel Shaw Sr. se arrodilla frente al féretro de su hijo

A su vez, tres fotógrafos del diario The Washington Post ganaron el premio de fotografía de noticias de última hora por sus imágenes de la tristeza y desesperación tras el terremoto que azotó a Haití en enero de 2010.

 La devastación

Un niño desnudo empujando un carro en las calles de Puerto Principe 

Un hombre intenta rescatar a una profesora atrapada bajo los escombros de un colegio ante el cadáver de una niña que murió durante el terremoto de Haití.











martes, 23 de agosto de 2011

El cementerio de estatuas


Desapercibido por la mayoría de los turistas que visitan Moscú, el cementerio de estatuas (Parque de los Monumentos Caídos) - en el que la mirada petrificada de los principales líderes soviéticos persigue al visitante – nos sumerge en viaje en el tiempo en el que las diez caras de Lenin, el busto de Marx o la imponente figura de Dzerzhinski, entre otras muchas, nos recordarán el peso que tuvieron y el que todavía siguen teniendo.  Confinadas desde 1991 en este parque de setos recortados, bancos y anchos caminos, presidian  localizaciones clave de la ciudad. Por ejemplo, la de Dzerzhinski, la única que fue derribada por la multitud, se erigía frente a la siniestra Lubianka (cuartel principal de la VCHEKA, germen del NVKD y la KGB), que el mismo fundaría en los años veinte. 

 Dzerzhinski frente a la Lubianka

La caida de Dzerzhinski 

 Dzerzhinski en el parque
 
Muchas de ellas motivo de culto por una parte de la población que añora aquellos tiempos de supremacía comunista,  hasta tal punto, que uno de sus representantes más destacados, Vladímir Putin, ha repuesto la estatua de Dzerzhinski en el Ministerio del Interior. Todo un reflejo de la nostalgia en la que vive atrapada la gran nación rusa.   

Más fotos del cementerio:












  

lunes, 22 de agosto de 2011

El Mesías de Händel



El 13 de abril de 1737, Händel se derrumbó en su casa de Brook Street. Tenía 52 años.  Ese mismo año había escrito cuatro óperas. La presión, los disgustos, las ocupaciones, los acreedores habían derribado su cuerpo voluminoso. Yacía inmóvil, con los ojos abiertos: parecía muerto. Poco después, el médico emitiría su diagnóstico: apoplejía, el lado derecho paralizado. La débil voz del maestro les sorprendió a todos: "Se acabó todo para mí…"El médico asintió: quizá podría recuperarse al hombre pero nunca  al genio; su música había muerto."


Sólo podría salvarle un milagro.


Durante meses la vida de Händel discurrió sin energía, en un estado de muerte anticipada: no podía andar, hablar o pulsar una sola tecla de su clavicémbalo (instrumento predecesor del piano). Sólo cuándo escuchaba música, su cuerpo se agitaba débilmente, luchando con las correas de su enfermedad y sus ojos adquirían el brillo que da la vida. El médico tachó el caso de incurable y recomendó que lo llevaran a un balneario. Quizá allí mejorase un poco. Sin embargo, dentro de la prisión que era el cuerpo de Händel  se agitaba una fuerza desconocida.  
En el balneario de Aquisgrán, desafió a los médicos estando nueve horas en baños calientes (6 más de las recomendadas). Una semana después, volvió a caminar. Días más tarde, recuperó la movilidad del brazo. El último día de su estancia en el balneario, entró en una iglesia y se sentó frente al órgano. Tocando a dos manos, henchido de inspiración, empezó a improvisar melodías únicas, desgarradoras. Los fieles y el sacerdote congregados escucharon emocionados aquel torrente luminoso hasta ahora estancado. Aunque no era creyente, sus notas se dirigían a Dios, a la Eternidad. También a los hombres.


El maestro retoma sus trabajos y estrena varias óperas, pero la situación que vive Inglaterra le es adversa.  Muere la reina, estalla la guerra con España, una ola de frío asola el país, enferman los cantantes, cierran las funciones.  Händel vuelve a estar en la encrucijada: la crítica se ensaña con su obra, los acreedores le acosan a diario, el público le da la espalda. ¿De qué sirve recuperar la vida para caer en semejante espiral de sufrimiento?   En 1740 se siente de nuevo derrotado, paralizado en cuerpo y alma, y aunque trabaja algo, su fuerza ha desaparecido bajo el peso de las calamidades.  Todo había terminado de nuevo. En su profundo desconsuelo, repite una y otra vez: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?  Medita sobre la conveniencia de dejar el país: en Irlanda todavía creen en su arte. Contempla las aguas  del Támesis. Quizá sería mejor terminar de una vez con todo. El vacío lo envuelve. El dolor del alma lo aplasta. El 21 de agosto de 1741 recibe una carta del poeta Jennens. En ella le pide que ponga una música inmortal a sus versos. Händel dio un respingo: la carta abría las viejas heridas de su inspiración perdida. Postrado en la cama, lloró de impotencia. Una inquietud extrema lo devora. ¿Cómo podría él crear algo de valor si se sentía tan abandonado? Pero leyó el texto, agitado por las dudas, la emoción y miedo. El caso es que parecía ir dirigido a él, un gran árbol caído: “Así habló el Señor”, “Él te purificará”, “Clama tu palabra con firmeza”, “La oscuridad cubre la tierra”, «Y él fue despreciado», «Y los que le ven, se ríen de Él». 

Estudio el escrito con gran excitación, inmerso en una corriente inspiradora única más fuerte que ninguna otra. Éste se titulaba “El Mesías”.   Quería dar testimonio de su resurrección. Sintió que Dios le daba su palabra. Debía remontarse hasta él y entregarle su corazón: 
«¡Aleluya, aleluya, aleluya! »


Durante tres semanas no salió siquiera de la habitación mientras los acreedores llamaban a la puerta hostigando el dulce néctar de su genio.



El 14 de septiembre acabo su obra.   Después de descansar, se levantó recuperado, risueño, con los ojos llenos de vida. Tocó la pieza delante del médico y de sus criados. La corriente musical los cautivo de tal manera que todos quedaron aturdidos.

—Jamás oí cosa semejante, amigo mío. ¡Parece que tengáis el demonio en el cuerpo! – dijo el médico.

—Creo más bien que es Dios quien ha estado conmigo.


Händel había resucitado de nuevo.  
 


viernes, 5 de agosto de 2011

Jacob Riis



Jacob Riis retrató en “Cómo vive la otra mitad” la otra cara de Nueva York, ciudad tantas veces idealizada. El reportaje, realizado en 1888, muestra las condiciones de los barrios obreros, asentados - paradojas de la vida - en el bajo Manhattan, en donde hoy se levantan, entre otros, el barrio financiero. Gracias a la reciente invención del flash pudo adentrarse en la vida nocturna de estos lugares marginales, desconocida hasta entonces para las clases medias y altas. Como dato anegdótico, Riis inició un incendio al hacer uso del flash de magnesio en una zona de productos inflamables. Aunque parece ser que tenía ciertos prejuicios de raza, sus reportajes demandaban mejores condiciones de vida para el millón de emigrantes que se hacinaban en bloques destartalados, sin iluminación ni servicios públicos.      













miércoles, 3 de agosto de 2011

La bomba atómica



Antes de lanzar las bombas atómicas, el presidente norteamericano Harry Truman envió una proclama al pueblo japonés anunciando los términos de la rendición.  Sólo al final de su discurso hizo una velada referencia a la bomba:

"Demandamos al gobierno de Japón que proclame ahora la rendición incondicional de todas las fuerzas armadas japonesas y proporcione garantías auténticas y adecuadas de su buena fe en dicha acción. La alternativa para Japón es la inmediata y completa destrucción".

En la primavera del 1945 los estadounidenses habían descifrado las claves usadas por los japoneses. Por ellas estaban al tanto de los diversos intentos de Japón para conseguir una rendición negociada. Truman, conocedor de la mentalidad y el orgullo japonés, sabía cuál sería la reacción a sus exigencias: el primer ministro japonés, Suzuki, rechazó la propuesta el 29 de julio.

Truman justificaría la masacre (que afectaía basicamente a la población civil, no olvidemos esto) como un medio de acortar la guerra  y reducir las bajas aliadas. Perseguía, también, ganar poder ante las negociaciones en los acuerdos de paz de la postguerra frente a la Unión Soviética. Temía el avance soviético en Manchuria, Corea y otros territorios ocupados por los japoneses. De hecho, Japón estaba negociando la mediación de la U.R.S.S. La suerte de cientos de miles de almas inocentes pareció no importarle demasiado.



Hiroshima era una ciudad de importancia militar considerable. En las afueras de la ciudad se encontraban los cuarteles del Segundo Ejército, los cuales defendían el sur de Japón. Allí funcionaba un centro de comunicación, punto de almacenamiento militar y área de ensamblaje de tropas. En las afueras también había algunas plantas industriales y el puerto. Irónicamente todo ello no fue tocado por la explosión, que sólo destruyó el centro de la ciudad (donde había una inmensa mayoría de civiles). En realidad, las ciudades de Kioto, Hiroshima, Kokura, Niigata y Nagasaki no habían sufrido los intensos bombardeos de ciudades vecinas, siendo respetadas con el proposito de poder comprobar el efecto real de la explosión. Esto es: habían sido marcadas tiempo atrás.
El 6 de agosto despegaba rumbo a Hiroshima la primera formación de bombarderos B-29.Entre ellos, el Enola Gay, pilotado por el coronel Paul Tibbets, que tiempo después expresaría que no sentía ningún tipo de remordimiento como los expresados por otros miembros de su tripulación y que volvería a hacer lo mismo bajo las mismas circunstancias. Estaba orgulloso de su trabajo. 



Estados Unidos impuso una estricta censura fotográfica sobre ambas ciudades. Cuanto menos viera el mundo, mucho mejor. "No se tiene que imprimir nada que altere directa o indirectamente la tranquilidad del público", anunció el Gobierno un mes después de la explosión.

Hoy en día existen 135 bases norteamericanas en territorio Japones. En la proclama radiada de Truman se pudieron escuchar estas palabras:

"Las fuerzas ocupantes aliadas se retirarán de Japón en cuanto se hayan completado estos objetivos y se haya establecido, de acuerdo con la voluntad del pueblo japonés, expresada libremente, un gobierno responsable e inclinado hacia la paz".



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