domingo, 27 de noviembre de 2011

Skhizein

TÍTULO ORIGINAL: Skhizein
AÑO: 2008

DURACIÓN: 13 min.

PAÍS: FRANCIA
DIRECTOR: Jérémy Clapin
GUIÓN:  Jérémy Clapin, Stéphane Piera


"Skhizein" es un más interesante juego de la imaginación. También es una palabra griega que viene a significar "separar" o "dividir". La palabra “esquizofrenia” procede precisamente de esta palabra.  Durante el metraje nos costará emitir un juicio sobre el personaje. El mismo director no lo hace. Nos tocará averiguarlo. Si es que podemos. La historia, en cualquier caso, es sorpréndete desde el minuto 1.

viernes, 25 de noviembre de 2011

La maison en petits cubes (La casa en pequeños cubos)

TÍTULO ORIGINAL: La maison en petits cubes
AÑO: 1988

DURACIÓN: 12 min.

PAÍS:JAPÓN
DIRECTOR: Kunio Katô
GUIÓN:  Kunio Katô

Corto e inmensamente lleno...
Bello e inmensamente viejo...
Metafórico e inmensamente directo...

Este corto está lleno de talento en bruto...
Esta bella y corta obra gira en torno a la vida de un hombre viejo lleno de recuerdos...
Esta historia repleta de bellas y viejas metáforas se dirige por el camino más corto, directa a nuestros corazones...

Y acierta. Vaya si lo hace.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

El globo rojo (Le ballon rouge)

TÍTULO ORIGINAL: Le ballon rouge
AÑO: 1956

DURACIÓN: 33 min.

PAÍS:FRANCIA
DIRECTOR: Albert Lamorisse
GUIÓN:  Albert Lamorisse

Después de unas cuantas entradas un tanto grises, subo este bellísimo cuento. Se trata de toda una exaltación a la bondad y la amistad; de todo un ejemplo de la belleza de lo sencillo. No esperemos trucos sofisticados o diálogos ocurrentes. Nada de eso. Para ser feliz no hace falta mucho; lo demuestra la sonrisa del niño, la sensibilidad de cada plano, la generosidad de este símbolo del buen hacer.

Como se podrá ver, la idea principal del corto ha sido reutilizada hasta la saciedad en películas y anúncios publicitarios.


Roméo Dallaire, Ruanda y el diablo al que estrechó la mano


Testigo de excepción del genocidio de Ruanda de hace 10 años, el general canadiense Roméo Dallaire era el máximo responsable sobre el terreno de las tropas de paz de la ONU. Su misión se convirtió en una pesadilla de más de 1.000.000 de muertos. La ONU le había ofrecido esa misión de paz. Entonces pensó que podía ayudar. Ruanda: un país que no sabía dónde situar; un país cuya historia desconocía. Un rincón hermoso, primitivo del planeta en el que él garantizaría el tratado de paz recién firmado entre los tutsis y los hutus. Sin embargo, la realidad mostró su peor cara: se desató el horror. No pudo hacer nada. No le dejaron: en aquella región sólo había personas. No valía nada. Pero tanto dolor no le saldría gratis. El horror le había poseído. Rondó la locura, el suicidio. Finalmente escribió su libro, Yo estreché la mano al diablo. En él trató de vomitar aquella experiencia indigerible. Y lo consigue, en parte...

Entrevista realizada a Roméo Dallaire por Sol Alameda, de solidaridad.net:

Lo primero que aparece en su libro es la sorpresa que le produjo entrar en el departamento de operaciones de Naciones Unidas para mantener la paz, en Nueva York, la DOMP. Era una oficina donde nada funcionaba, sin un lugar donde ponerse a trabajar.

Sí. Todo era escaso. La Unicef o el Alto Comisionado para los Refugiados estaban mucho mejor dotados. Había oído comentar que ese departamento estaba formado por personas que trabajaban lo mínimo, a quienes nunca se hallaba en el puesto de trabajo en caso de emergencia. Vi que la actitud era negativa, y las injerencias del departamento de asuntos políticos, constantes. Me resultaba imposible coordinar una reunión para organizar la misión que se me había encomendado. Descubrí que existía toda una cultura de guardarse la información, porque la información es poder. Nadie me decía nada. Ni siquiera me dijeron que la ONU había estado presente en la firma del alto el fuego.

Llegó a Ruanda, en octubre de 1993, con un mapa turístico del país que le dieron en la ONU, y al mando de una misión que desde el principio consideró insuficiente para el trabajo que debía realizar. ¿Por qué aceptó tanta rebaja como se le fue imponiendo?

Me dijeron que la misión debía ser reducida en cuanto a efectivos, y costar lo menos posible. Si no, nunca sería aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU. De todos modos pensé que sería suficiente, que podría ampliarse más adelante... Luego comprendería que al enviar la misión de paz a Ruanda no se trataba de responder a las exigencias de la situación, sino de evaluar estas exigencias en función de los recursos limitados que teníamos. Es decir, de pronto me encontré con un problema moral entre las manos.

¿Fue ingenuo?

Debía trabajar con una opción y pensaba que era razonablemente viable, aunque la reducción de efectivos a 2.260 soldados implicaba más riesgo. Pero estaba ilusionado, iba a llevar la paz a Ruanda. Luego, cuando todo se complicó, era tarde, pero un soldado no abandona a su tropa.

Cuando fue a Addis Abeba para reunirse con una comisión económica de la ONU que valoraba la situación en Ruanda, cuenta que de pronto, en medio de África, le pareció estar en Ginebra. 

Nunca había visto tantos Mercedes aparcados. Los funcionarios llevaban ropa hecha a medida, mientras la pobreza les rodeaba. La verdad es que el cinismo de esa gente me heló la sangre. Alguien dijo, no sé si allí o en otro lugar, que en Ruanda no había materias primas, que no era un lugar estratégico, que sólo había gente. En Kigali, la capital, los diplomáticos se reunían en cócteles. y nunca conseguí que compartieran conmigo lo que sabían. Tampoco lo hacían los principales políticos de los partidos que debían participar en la formación de un Gobierno de transición para preparar elecciones.

Su libro se llama ‘Jlai serré la main du diable’ (‘Yo estreché la mano del diablo’). ¿Sabe cuándo lo hizo por primera vez?

Sí, cuando visitaba y hablaba con esos políticos ruandeses sin saber que algunos de ellos eran los hombres que llevarían a cabo el genocidio. Mientras yo trataba de evaluar la situación junto a ellos, ellos me estaban tomando la medida. Resulta que los partidarios de la línea dura, dentro de los hutus, entre los que había gente del Gobierno provisional y del Ejército, habían comprendido muy bien que Occidente estaba obsesionado por Yugoslavia y por la reducción de sus fuerzas militares en misiones internacionales; que no querían implicarse en el centro de África. Puede que los extremistas nos tomaran, a mí incluido, por unos imbéciles. Yo podía suponer que Occidente no quería consagrar muchos recursos para asegurarse un papel de policía planetario, pero ellos tenían la certeza de que era así. Nos conocían mejor que nosotros a ellos. Cuando prendieron a diez soldados belgas, acusándoles falsamente de haber derribado el avión presidencial, y los mataron, yo me pregunté cómo reaccionaría la comunidad internacional, si me daría más apoyo para parar la locura que iba a desencadenarse o si, como en Somalia, la ONU utilizaría esas muertes como excusa para huir. Ellos, en cambio, sabían que los belgas se retirarían unilateralmente del país y que eso iba a ser un factor determinante para el resto de mi misión. Los mismos oficiales belgas no entendían por qué les sacaban del país cuando más necesarios eran. Ése es el momento que los radicales ruandeses están esperando para iniciar la masacre. Ellos saben que es el momento.

¿Por qué los extremistas hutus sabían antes que usted lo que la ONU decidía?

Tenían su propio embajador en Naciones Unidas. Como la representación de los países se hace por rotación, su embajador estaba por casualidad en el consejo en ese momento. O sea, que recibían todas las informaciones sobre las negociaciones, las discusiones, tenían acceso a todo lo que pasaba. Pero lo peor es que cuando el consejo se dio cuenta de que se estaba produciendo una destrucción masiva de seres humanos, no echaron al embajador que representaba a los extremistas; lo dejaron seguir en su puesto. A pesar de que varios representantes querían que se fuera, los peces gordos se negaron para no sentar un precedente... Ni siquiera para detener un genocidio se quería sentar un precedente. Ruanda seguía siendo un país soberano, aunque se violara, se exterminara y se cometieran crímenes contra la humanidad.

En Naciones Unidas rechazan una y otra vez todas sus propuestas de actuar, con el argumento de que los ruandeses deben ser dueños de su futuro. incluso cuando pide permiso para decir que la ONU apoya a los moderados de las dos etnias, tutsis y hutus, le contestan que ni hablar, que es una injerencia. Mientras el Consejo de Seguridad se manifiesta de ese modo, en Ruanda hay asesores franceses, belgas, alemanes. Y el jefe del movimiento FPR, de los tutsis, le dice que su ejército estuvo a punto de ganar la guerra contra los hutus, pero que las tropas francesas lo impidieron. Muchas veces se queja y se pregunta si es la indiferencia lo que impide que se pare la matanza o si hay algún tipo de interés por parte de esas naciones. ¿Ya sabe qué era?

Las dos cosas. Los que podían intervenir, después de la derrota de los norteamericanos en Somalia, donde hubo 18 muertos, decidieron que abandonaban la misión. Si no había un valor estratégico en un país –por su situación geográfica o sus recursos, como diamantes o petróleo–, no intervendrían. Es una decisión de los grandes países. Y los países de media potencia, que no tienen capacidad estratégica, dijeron simplemente que el riesgo era demasiado grande y decidieron dejar las cosas como estaban. Así entendí que el negro africano, por sí mismo, no tiene ningún valor para las grandes potencias. Ahora vemos que tienen misiones los británicos en Sierra Leona y los franceses en Costa de Marfil. Pero el Congo está en plena destrucción y nadie quiere intervenir.

Pero si no les interesaba, ¿por qué los franceses impedían que ganaran la guerra los tutsis?

Los franceses se mueven en la zona por la llamada francophonie, por el orgullo de controlar. E invariablemente ayudan a los hutus. Enseguida comprobé asombrado que tanto franceses como belgas y alemanes tenían allí consejeros a docenas. Ellos sí sabían lo que pasaba, pero ninguno proporcionaba a la ONU, es decir, a mí, su representante., la información que poseían. Y al mismo tiempo, esos países que estaban en el Consejo de Seguridad tampoco dejaban a la ONU, a mí, montar mi propia unidad de información, porque, decían, el mandato no contemplaba eso. Incluso cuando tuve constancia de que se pasaban armas de contrabando a través de la frontera de Uganda y pedí permiso para buscarlas, me contestaron que no.

Kofi Annan estaba al mando, junto a otros dos, era un triunvirato, de la organización de la ONU para la paz. ¿A él lo salva?

Yo ni salvo ni condeno. Me limito a contar lo que sucedió. Lo que vi.

La masacre, los asesinatos de tutsis con machete, comienza en marzo de 1993. Entonces empieza a actuar lo que usted llama ‘Tercera Fuerza’. ¿Qué es la ‘Tercera Fuerza’?

Sí, y aparecen los cadáveres flotando en los ríos y en el lago Victoria. Desde Burundi, donde había habido un golpe de Estado, llegaban miles de refugiados; 300.000 en unos días. La Tercera Fuerza no es algo que se improvisa o que surge de modo espontáneo. Fue organizada durante meses. El partido hutu, extremista, estuvo entrenando a grupos de jóvenes desde hacía tiempo. No es algo que surge. Se trata de un método, de un plan ideado para exterminar a los tutsis. Son escuadrones de la muerte a los que enseñan el uso de armas y la forma de asesinar. Todo está organizado, los espías extremistas están infiltrados en la armada gubernamental, en las fuerzas de la ONU. Mientras, la radio lleva emitiendo mensajes racistas durante meses. Sólo se espera una señal para empezar a matar a los tutsis y los hutus moderados.

De todas las atrocidades que vio, ¿cuáles le han perseguido más después?

Las escenas de violaciones. Les introducían palos y botellas que rompían; les cortaban los pechos. Todas esas escenas con mujeres, para mí, con mi cultura, me parecían lo peor que se puede imaginar. Aun muertas, veías en los ojos de esas mujeres el horror y el sufrimiento, la indignidad que habían padecido. Muchas veces mataban a los niños delante de sus padres, les cortaban las extremidades y los órganos genitales, y les dejaban desangrarse. Luego también mataban a los padres. Había gente que pagaba para que les pegaran un tiro en vez de ser matados con machete. Pagar por cómo morir...

Cuenta en el libro algo sorprendente: que algunos extremistas que dirigían las masacres se habían educado en Occidente. ¿Para qué sirve la educación?

Es cierto. El extremista, o el africano que está en la estructura política de élite, es una persona muy bien educada, estudia en las mismas escuelas que nosotros y conoce muy bien la política internacional, cómo llevar su país, cómo manipular los medios de comunicación. Están extraordinariamente bien formados intelectualmente. El problema es cómo se les puede inculcar el sentido del humanismo, el respeto de los derechos humanos... Por ejemplo, uno de los jefes de los extremistas estaba en Canadá durante las crisis entre Quebec y Canadá, y pudo ver cómo actuábamos nosotros. Simplemente con la educación no se puede garantizar que toda su historia y su pasado se eliminen. Pero hay que trabajar en ese sentido. El hijo de Habyarimana (jefe extremista hutu) estaba en el colegio con mi hijo en Quebec, en 1994.

Después de su experiencia en Ruanda, ¿ha perdido la fe en la humanidad?

Para nada. Soy optimista porque si no lo fuera, estaría muerto. Pero es un optimismo que he adquirido con los años, cuando me he dado cuenta de que todo esto sólo puede cambiar con mucho tiempo, con muchos esfuerzos individuales; quizá necesitemos siglos. Yo creo que con los movimientos de los derechos humanos, con la implicación cada vez mayor de las ONG, con la creación de instituciones como la Corte Penal Internacional, pienso que tal vez dentro de dos o tres siglos dejaremos de autodestruirnos por nuestras diferencias. Y creo que tardará sólo tres siglos si trabajamos duramente. Porque si no, ni siquiera entonces lo lograremos. Pero un día todos los hombres serán tratados con dignidad y serenidad, y sus hijos tendrán la posibilidad de recibir educación y podrán seguir avanzando. Pero eso pasará cuando el 20% de los países desarrollados ofrezca los recursos necesarios para que el 80% que sigue en el barro y el sufrimiento alcance un nivel de dignidad y respeto.

Usted es de Quebec, pero después de haber visto lo sucedido en Ruanda ha dejado de ser nacionalista.

Lo que impide que la humanidad avance es la soberanía y el nacionalismo. Porque la soberanía ha sido lo que los países han utilizado para no acabar con los regímenes autoritarios. En nombre de la soberanía, usándola como excusa, se puede justificar el racismo y se hacen cosas espantosas. El nacionalismo es una espada que corta por los dos lados. Es bueno para dar ánimos a los ciudadanos, para enaltecer, pero cuando se utiliza como arma política se identifican las diferencias que aseguran que la gente es diferente y que deben defender esa diferencia. Y en este contexto la humanidad no avanza. El racismo no es otra cosa que considerar que hay seres humanos que no son tan humanos como nosotros, lo cual significa que no somos todos iguales. Yo lo que digo es que somos todos iguales.

Una de las personas que peor quedan retratadas en su libro es el enviado personal del entonces secretario general de Naciones Unidas, Butros-Gali.

Se cruzó de brazos, no actuó ni me dejó hacerlo. Decía que no había que comprometer el proceso político. Incluso llegó a cambiar uno de mis informes y a escribir que todo progresaba, lenta pero constantemente.

Otro momento de gran enfado suyo se produce cuando se presenta uno de los fundadores de Médicos Sin Fronteras para llevarse huérfanos a Francia, porque, dijo, la opinión pública francesa estaba consternada con lo que ocurría en Ruanda.

Sí. Le solté muy enfadado que lo que quería era calmar las conciencias... Llegó rodeado de periodistas. Él mismo volvió más tarde, ya con mandato de la ONU, para establecer una zona de seguridad. Era una actitud muy hipócrita, porque yo sabía que los franceses estaban al corriente de que sus aliados eran los responsables de las masacres.

¿Cuánto costó que la ONU aceptara denominar genocidio lo que ocurría en Ruanda? 

Los norteamericanos fueron los que se opusieron con más fuerza. Se negaban a que se usara ese término. Yo me preguntaba qué diferencia había entre lo que estaba ocurriendo allí y lo que hicieron los nazis en Alemania. No podía entender que después de que los occidentales dijeran tantas veces que eso no podía volver a pasar ocurriera de nuevo. Por lo visto, nos estábamos refiriendo a los blancos, pero no a los negros. La ONG OXFAM fue la primera en usar la palabra genocidio. Yo lo consulté a Nueva York, y nadie me respondió jamás. Pero nunca pude imaginar la controversia que iba a producirse por ese motivo. A mí siempre me pareció la palabra exacta y comencé a usarla
.
Después de leer su libro, la ONU se muestra como algo ineficaz.

El genocidio ruandés es la prueba de la incapacidad de la humanidad para atender a la llamada de un pueblo en peligro. La ONU sólo es un símbolo de que la comunidad internacional ha fracasado, de que no tiene la voluntad política ni los medios materiales necesarios para impedir la tragedia. Pero las potencias mundiales desgraciadamente no han cambiado desde Ruanda. Hace falta una voluntad inflexible y los medios precisos para pasar del siglo XX de los genocidios al siglo del respeto a la humanidad. Para ello, la ONU debe renacer, cosa que los burócratas o el secretario general no pueden hacer solos. Los países miembros deben pensarse su papel. Si no, la esperanza de acceder a una nueva edad de la humanidad morirá. Sé que una ONU fuerte e independiente no le interesa a nadie. Ni con una reputación envidiable. Quieren que sea débil para poder culparla de sus fracasos. Pero la necesitamos y hay que luchar por transformarla. Está debilitada porque los cinco países permanentes, y sobre todo los norteamericanos, la quieren así. Ya empieza a ser hora de que las potencias medias (como España, Canadá, Italia ... ) tomemos nuestras responsabilidades y demostremos a los grandes de Naciones Unidas que se pueden resolver los problemas (como Irak) de otro modo. Yo no creo en las coaliciones conducidas por las grandes potencias. Porque no son transparentes. Sinceramente, sólo les mueven los intereses. Pero en Naciones Unidas todavía hay suficientes personas que creen en la humanidad y hay que apoyarlas
.
¿Tuvo presiones para no publicar este libro?

Ninguna presión en el contexto diplomático. Lo que sí me pidieron es que me esperara hasta después de testificar en el Tribunal Internacional de crímenes contra la humanidad en Ruanda.

¿Cómo fue su vida después de Ruanda?

Regresé a Canadá, me hicieron comandante adjunto del Ejército, di muchas conferencias sobre Ruanda. Después de unos años empecé a decaer, necesitaba dormir. Estaba lleno de imágenes de Ruanda y en 1998 me sentía completamente aplastado. Fui a testificar, pero cuando regresé estaba tan cansado emocionalmente que no pude trabajar durante seis meses. Después volví a trabajar. Los médicos, al cabo de un año, dijeron que no avanzaba en mi terapia porque estaba todavía demasiado implicado con Ruanda y que mi objetivo era suicidarme trabajando. No podía ir al dormitorio porque el silencio era enorme y me resultaba insoportable; me quedaba en mi trabajo. En casa me caía de cansancio en el sofá, pero necesitaba siempre mucho ruido a mi alrededor. Todas aquellas imágenes me venían a la mente. En abril de 2000 me licenciaron de las fuerzas armadas.

Creo que pensó en el suicidio.

Lo intenté varias veces. Y si no lo conseguí fue porque no me dejaron solo. Siempre venía alguien. Sufría de una herida que siempre ha estado considerada como no honorable. Una herida en el brazo es honorable, pero una herida en la cabeza, entre las orejas, no lo es; en las estructuras militares se es valiente o se es cobarde. No se entiende el traumatismo que daña el cerebro y que nos imposibilita para continuar porque hemos perdido la confianza, la capacidad de concentración, porque no podemos seguir. Ha sucedido en todas las guerras. Y hay que ocuparse de esos soldados heridos. A nosotros, en Canadá, se nos considera como veteranos heridos igual que a los que han perdido un brazo, y recibimos compensaciones y tratamientos. Pero hemos luchado ocho años para lograr ese derecho.

¿Cómo se encuentra ahora?

El libro está escrito, la historia está ahí. Fui al tribunal a presentar mis informaciones contra el diablo. Estoy aliviado y vivo un poco como una persona diabética, que necesita tomar insulina todos los días para estar en un estado normal. Yo tomo unas cuantas pastillas al día para estar, digamos, normal. Pero estoy herido...

Cuando dejó Ruanda, ¿fue a pedir explicaciones a alguien?

No, lo que hice fue escribir un informe detallado sobre las lecciones aprendidas y los puntos que yo consideraba como errores. Después formó parte del informe Brahimi, que es un informe sobre reformas de los oficios de la paz. Nunca fui a buscar culpables, yo ya tenía mis ideas al respecto: quién tenía responsabilidades, quién tomó decisiones. Viví con eso y seguí trabajando en mi casa. Por eso tardé siete años en empezar el libro y luego tres más en escribirlo.

Y ahora va por el mundo contándolo...

Sí, ya lo he hecho en EE UU y en el Reino Unido. Doy muchas conferencias a los militares, a ONG y a estructuras gubernamentales.

General, ¿usted sabe por qué mataban con machete en vez de disparos? Un escritor y periodista polaco, Kapuscinski, cuenta en uno de sus libros, ‘Ébano’, que lo del machete se hacía para que todo el mundo estuviera involucrado en el crimen, con las manos manchadas de sangre...

Creo que eso es un poco de imaginación. Los extremistas asustaban a las personas a través de la radio, la radio era la voz de Dios, y la voz de Dios les decía que mataran con el machete, porque las balas son muy caras y las reservaban para luchar. Los machetes venían de China. No distribuyeron armas de fuego hasta un mes antes del principio de la guerra. La gente allí es muy hábil con el machete; es un instrumento de la agricultura. Les pareció la solución ideal. Así que usaban el machete o un palo pequeño con algo así (dibuja un pequeño pico) en el extremo, que sirve para excavar en la tierra, y los clavaban en la cabeza y abrían los cráneos

 Evolución demográfica de Ruanda

martes, 22 de noviembre de 2011

Ya nada me asombra (Plus Rien Ne M'étonne)

Canción bella; canción desgarradora...

Las piedras de Carnac


Hace 65 siglos los ríos eran dioses caudalosos. Las estrellas diosas inalcanzables. El viento y el rayo estaban vivos. A todos había que respetarlos. Como a la muerte. Los muertos tenían su propia existencia. Por eso había que rendirles culto. De alguna manera, seguían allí: como el río, las estrellas, el viento y el rayo. Siempre. Los hombres crearon inmensos espacios sagrados. El más grande: Carnac, en la actual Bretaña francesa. 


Extensos territorios dedicados a lo desconocido. Largas filas de piedra. Algunas casi inamovibles con sus 350 toneladas. Hasta 10.000 megalitos dispuestos con intención matemática. 


Desde ellos observaban el firmamento. Podemos imaginar sus solemnes ceremonias, verles caminar entre las piedras, convergiendo en sus recintos sagrados. Pero sólo es una hipótesis; como el río, las estrellas, el viento y el rayo, las piedras no hablan: saben  guardar sus mejores secretos.  



lunes, 21 de noviembre de 2011

El mundo de Elena Asins


Hoy en día cualquiera puede utilizar un ordenador para crear, pero cuando Elena Asins lo hizo, tuvo que enfrentarse con el rechazo frontal de la gente. Nadie lo consideraba arte. Fue duro abrirse paso por un camino completamente inexplorado. Ese parece ser el sino de Elena Asins: abrir nuevas vías, señalizarlas, rastrear sus posibilidades, prepararlas para futuros artistas. Le pasó con la escultura y la pintura.  Su obra siempre tuvo el estigma de cierta incomprensión. Sólo con el tiempo, alcanzó el reconocimiento, pero se trataba de un reconocimiento frío, intelectual. 


Matemático.


Sus trabajos extrañan, confunden, incomodan. Se trata de una búsqueda (aparentemente) fría de la esencia de realidad; una búsqueda racional a través de estructuras: sistemas cerrados, sin salida; moldeados por el espacio, la media. Fuera del tiempo. Dentro de estas formas, de estos elementos interrelacionados,  Elena Asins protege sus emociones. Con ellos, desde ellos, a través de ellos, tratará de aproximarse a un mundo mejor. Pero ante la utopía de alcanzarlo, centrará su satisfacción en la búsqueda constante. Sin fijarse metas. Sólo por el placer de buscar. El qué: un silencio sin profanar; cierta armonía; el destello de una coherencia superior. Fragmentos de ese mundo perfecto que intuye.  Perseguir lo inalcanzable, sin embargo, se transformará en su obsesión. Por eso buscará dolida. Por eso buscará reñida consigo misma. Por eso buscará atrapada por una sociedad que no la comprende. Esa será su condena. 


Desde la ventana de la celda de su existencia, Elena Asins buscará su propio mundo. Un mundo protegido por la geometría y los espacios expansivos. Un mundo medible, previsible, coherente. Y buscará en silencio, escondiendo sus sentimientos tras las duras capas de sus creaciones.  


Muchos aseguran que la obra Elena Asins carece de sentimientos.  Sólo ven la superficie. Sólo con acercarnos un poco, bajando la guardia, veremos que bajo aquella, palpitando con furia, vibran con dolor un millón de corazones. 


domingo, 20 de noviembre de 2011

Los aplausos y Stalin (o el agotamiento por estupidez)


          Años 30. Se estaba celebrando en la región de Moscú una conferencia distrital del partido. La moderaba el nuevo secretario del Comité Regional en sustitución del que habían encarcelado recientemente. Al final de la conferencia se adoptó una resolución de fidelidad al camarada Stalin. Como es natural, todos se pusieron en pie (como se ponían en pie, de un salto, cada vez que se mencionaba su nombre en el curso de la conferencia). La pequeña sala prorrumpió en «tumultuosos aplausos que desembocaron en una ovación». Tres minutos, cuatro minutos, cinco minutos, y continuaban siendo tumultuosos y desembocando en ovación. Pero las palmas de las manos dolían ya. Se entumecían los brazos levantados. Los hombres maduros iban quedándose sin aliento. Se trataba de una estupidez insoportable incluso para los que adoraban sinceramente a Stalin. Sin embargo: ¿Quién sería el primero que se atrevería a parar? Habría podido hacerlo el secretario del Comité Regional, que estaba en la tribuna y que acababa de dar lectura a la resolución. Pero él era reciente en el puesto y estaba en lugar del encarcelado, ¡él tenía miedo! ¡En la sala había miembros del NKVD aplaudiendo de pie y controlando quién paraba primero! ¡Y en aquella pequeña sala perdida, sin que llegaran al líder, los aplausos hacía seis minutos que duraban! ¡siete minutos! ¡ocho minutos! ¡Estaban perdidos! ¡Eran hombres muertos! ¡Ya no podían parar hasta que les diera un ataque al corazón! En el fondo de la sala, por lo menos, entre las apreturas, se podía hacer trampa, se podía batir palmas más espaciadamente, con menos fuerza, con menos vehemencia, ¡pero en la presidencia, a la vista de todo el mundo! El director de la fábrica de papel del lugar, un hombre fuerte e independiente, de pie en la presidencia, era consciente de la falsedad de aquella situación sin salida ¡y sin embargo aplaudía! ¡Ya van nueve minutos! ¡Diez! Miró con desesperanza al secretario del Comité Regional, pero éste no se atrevía a parar. ¡Una locura! ¡Colectiva! Mirándose unos a otros con un atisbo de esperanza, pero fingiendo éxtasis en sus caras, los jefes del distrito aplaudirían hasta caer en redondo, ¡hasta que los sacaran en camilla! ¡E incluso entonces, los que quedaran no vacilarían! Y en el minuto once, el director de la fábrica de papel adoptó un aire diligente y se dejó caer en su asiento de la presidencia. ¡Y se produjo el milagro!, ¿adonde había ido a parar aquel entusiasmo incontenible e inenarrable? Todos dejaron de aplaudir de una sola palmada y se sentaron. ¡Estaban salvados! ¡La ardilla se las había ingeniado para salir de la rueda!
          Sin embargo, así es como se ponen en evidencia los hombres independientes. De esta manera los eliminan. Aquella misma noche el director de la fabrica fue arrestado. Le cargaron fácilmente diez años por otro motivo. Pero después de firmar el «206» (el acta final del sumario), el juez de instrucción le recordó:
         —¡Y nunca sea el primero en dejar de aplaudir!
        (¿Y qué le vas a hacer? ¡Alguna vez hay que detenerse!)
        Esta es la selección de Darwin. A eso se le llama agotamiento por estupidez.

Texto extraído de Archipielago Gulag, de Alexandr Solzhenitsyn.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Michael Jackson - Earth song

Curiosa historia la de esta canción que, siendo número uno en 1995 en las listas del Reino Unido durante seis semanas (en donde se vendieron un millón de copias), siendo el cuarto single más vendido en la carrera de Michael Jackson,  no fue lanzado en su país, Estados Unidos.  ¿Por qué fue censurado? ¿Por qué era un producto de consumo incómodo?  El mercado no está hecho para despertar las conciencias. Lo que se lleva es la rebeldía inocua de Lady Gaga. El no mensaje. La no transcendencia. El vacío de la estupidez morbosa.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Memoria de otro saqueo más

TÍTULO ORIGINAL: Memoria de un saqueo
AÑO: 2003

DURACIÓN: 118 min.

PAÍS: ARGENTINA
DIRECTOR: Eduardo E. Solanas
GUIÓN:  Eduardo E. Solanas



En el 73, una vez finalizada de la guerra de Vietnam y con un excedente de dólares en circulación, empiezan  a ofrecerse créditos al 3% a los países más desfavorecidos. En pocos años, por arte de mágia financiera, los intereses suben al 60%. Nace así la deuda del tercer mundo. El resultado no se hace esperar: muchos  países quiebran; otros resisten expuestos al capricho de sus acreedores.  

En este lindo contexto, el gobierno de la dictadura argentina deja a su país con una deuda de 43.000 millones de dólares. Aunque la mitad de la deuda total era extrajera (City Bank, Manhattan Bank, Bank of America, etc…) el gobierno argentino la asume generosamente como propia. Es decir: se la endosa al pueblo.  El responsable político de tan buena práctica se llamaba Domingo Caballo, ministro de economía años despues del Gobierno de Menem y de La Rúa. Los argentinos se dejaron hacer. En realidad, siempre es igual. Por ejemplo, ahora, en Europa. Resulta llamativo que Lukás Papadimos haya sido elegido Primer Ministro griego cuando hace sólo años años, siendo  gobernador del Banco Central de Grecia ayudara a su Gobierno a falsear - junto con Goldman Sachs -  las cuentas públicas para ocultar el déficit y poder entrar en la zona euro. También resulta sorprendente que Mario Monti formara parte de la plantilla de asesores internacionales de Goldman Sachs. Para más inri, en 2008 se descubrió que Goldman Sachs tenía un agujero de 68 mil millones. ¿Por qué no la asedian los mercados? ¿Por qué no asedian a City Bank o a  Bank of America?  ¿Por que ellos son los mercados tal vez?

Volviendo al documental (y a Argentina) Menem saca a la venta, a precio de saldo, todo tipo de empresas estatales: aeronáutica, peaje, telefónicas, ferroviarios, radios, empresas de la navegación, hidrocarburos, etc… Los nuevos propietarios, de capital mayoritariamente extranjero, empiezan a limpiar sus nuevos y relucientes negocios.  Ochocientas mil personas quedaron sin agua potable y un millón sin cloacas. A causa de los ferrocarriles, miles de familias tuvieron que emigrar. Los 36.000 km de vías se redujeron a 8.000 hm. Para pagar las indemnizaciones de las decenas de miles de despidos de estas privatizaciones, el gobierno pidio un prestamo al Banco Mundial. Sin problema: los intereses resultantes igualarían a la cantidad prestada. un negocio redondo. Se acentúa, mientras tanto, la pérdida de protección social, de la obra social,  practicamente desaparecen los derechos de despido, caen los salarios y los derechos en general del trabajador. En este contexto, el gobierno de Menen empieza a lavar el dinero a través de entidades extranjeras cómplices: venta de armas, exportación fraudulenta de oro, evasión de divisas. Subida de impuestos, con lo que se liquidaba a la clase media.  La deuda y la corrupción ahogan al país. Pero, ¿les importa?

El pueblo al fin se reventó. Cómo actuó el gobierno. Con represión. 34 muertos en las calles.

Lo más triste es que la historia aún no ha terminado y que en estos momentos también se desarrolla, con mayor o menor intensidad, en muchos lugares del mundo; entre ellos, Europa.  





miércoles, 16 de noviembre de 2011

El instante de Henri Cartier-Bresson

Sólo ha habido un Henri Cartier-Bresson. Para ser como fue,  para buscar lo que buscó, para encontrar lo que encontró, tuvo que ser anarquista. Y lo fue desde el primer momento. Sólo así pudo desafiar al mundo. Padre del periodismo fotográfico, persiguió con su cámara el momento decisivo, ese instante único e irrepetible en el que la realidad  revela su forma más singular y significativa. Ese fragmento de la realidad de duración infinitesimal en el que el instante se muestra sin interferencias, pleno. Su obsesión no era el espacio, era el tiempo. Un tiempo no lineal. Un tiempo que no avanza en una sola dirección.  Su fotografía exigía una ausencia de meditación, estaba compuesta por la acción inmediata, por el impulso espontaneo que captura la imagen y su eternidad. En el fondo, no hay cálculos que valgan. el azar estará siempre ahí. Determinante. Como decía: “Entreveo una estructura y espero que suceda algo”. No había reglas, sólo intuición.  El mundo pasa rápidamente.  Él lo acechaba, saltando sobre él, atrapando instantes para la posteridad. El mundo es en color, pero él prefería verlo en blanco y negro dando preferencia a la forma, al espacio, y no a la luz. 

Termino con sus palabras: "La vida ocurre sólo una vez, para siempre". 






















martes, 15 de noviembre de 2011

La noche estrellada de Van Gogh


Van Gogh pintó la Noche estrellada en el manicomio de Saint-Rémy.  En su habitación. Corría el mes de mayo de 1889.  Moriría al año siguiente: más de doscientas obras después. Sólo en sus últimos 69 días pintaría 79.  Intuyendo quizá su fin, quiso ampliar su legado a un mundo que sólo estaba dispuesto a reconocerle una vez muerto. Mientras tanto, encerrado en el manicomio, ajeno todavía a su desaparición, plasmaría en Noche estrellada la panorámica que ofrecía su ventana.  Desde ella, y durante el día, pintaría el cuadro recordando la noche. También imaginándola. Van Gogn tenía su propio mundo, su propia noche. De él sacaría el firmamento orgánico, arremolinado; las estrellas como frutos maduros a punto de rodar sobre los campos; la luna exuberante que parece un sol de plata anaranjada; o el sendero ancho, luminoso, que se extiende sobre las montañas como la eterna promesa que cubre los sueños de los hombre. Como siempre, sus pinceladas gruesas, rotundas, acentuaron las curvas, agitaron el firmamento memorizado encendiendo las espirales, sacando de su plano a unos astros que parecían querer escapar del cuadro.  La figura estilizada del árbol - hoguera oscura que prende sin luz, todo sobra - aporta, junto a la del campanario,  equilibrio al conjunto. Sobre la base del pueblo dormido de Saint-Rémy. Dormido como el resto de los pueblos, indiferentes a la enorme personalidad que los soñaba en sus cuadros desde la ventana del manicomio.     



lunes, 14 de noviembre de 2011

Galileo, la iglesia y la infalibilidad papal


 
En 1633 la Iglesia católica romana condenó a Galileo por postular que la Tierra gira alrededor del Sol. Vale la pena analizar la famosa controversia con mayor atención. En el prefacio del libro donde comparaba ambas hipótesis —la de la Tierra en el centro del Universo y la que atribuye ese lugar al Sol—, Galileo escribe:

Los fenómenos celestes serán analizados reforzando la hipótesis copernicana, hasta que quede claro que ésta debe triunfar de forma absoluta.

Y más adelante, en su libro, confiesa:

Nunca podré admirarlos lo suficiente [a Copérnico y sus seguidores]; mediante pura fuerza del intelecto riñeron hasta tal punto con su sentido común como para preferir lo que les dictaba la razón a lo que la experiencia responsable les mostraba claramente.

  
En el auto de acusación de Galileo, la Iglesia declaró:

La doctrina de que la Tierra no se halla en el centro del universo ni está inmóvil sino que gira, incluso en una rotación diaria, es absurda; es falsa desde el punto de vista psicológico y teológico y constituye, cuando menos, una ofensa a la fe.

Galileo respondió:

Se condena la doctrina que postula que la Tierra se mueve y el Sol está fijo, porque las Escrituras mencionan en muchos pasajes que el Sol se mueve y la Tierra permanece fija... Afirman los piadosos que las Escrituras no pueden mentir. Pero nadie negará que con frecuencia son abstrusas y su verdadero significado difícil de comprender; su importancia va más allá de las meras palabras. Opino que, en la discusión de los problemas naturales, no deberíamos empezar por las Escrituras, sino por los experimentos y las demostraciones.

No obstante, en su retractación (22 de junio de 1633), Galileo fue obligado a afirmar:

Habiendo sido amonestado por el Sagrado Oficio para que abandone por completo la falsa opinión de que el Sol se halla en el centro del universo y está inmóvil y de que la Tierra no ocupa el centro del mismo sino que se mueve... he sido... sospechoso de herejía, es decir, de haber manifestado y creído que el Sol es el centro del universo y está fijo, y que la Tierra no ocupa el centro del mismo sino que gira... Yo abjuro con toda sinceridad y con genuina fe, execro y detesto los mismos pecados y herejías y, en general, todas y cada una de las ofensas y sectas contrarias a la Santa Iglesia católica.

El proceso de Galileo

 Hasta 1832 la Iglesia no consintió en borrar el trabajo de Galileo de la lista de libros cuya lectura quedaba prohibida a los católicos bajo riesgo de horrendos castigos para sus inmortales almas.
El desasosiego pontificio frente a la ciencia moderna ha subido y bajado como la marea desde los tiempos de Galileo. Las aguas llegaron al nivel más alto de la historia reciente en el año 1864, con el Syllabus errorum de Pío IX, el Papa que convocó también el Concilio Vaticano, en el cual, por primera vez y ante su insistencia, fue proclamada la doctrina de la infalibilidad papal. He aquí algunos pasajes:

La revelación divina es perfecta y, por ello, no está sujeta a un progreso continuo e indefinido a fin de equipararla con el progreso humano... Ningún hombre es libre de abrazar y profesar la religión que crea verdadera, guiado por la luz de la razón... La Iglesia tiene poder para definir dogmáticamente que la religión de la Iglesia católica es la única religión verdadera... Es necesario, incluso en el día de hoy, que la religión católica sea considerada la única religión del Estado, excluyendo todas las demás formas de devoción... La libertad civil para elegir el tipo de fe y la concesión de poder absoluto a todos para manifestar abierta y públicamente sus ideas y opiniones conduce con mayor facilidad a la corrupción moral y mental de las personas... El Pontífice romano no puede ni debe reconciliarse ni estar de acuerdo con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna.

 Pío IX

En aras de su buen nombre, si bien con retraso y a regañadientes, en 1992 la Iglesia repudió su denuncia de Galileo. Sin embargo, todavía hoy no se resigna del todo a reconocer la importancia que revistió en su día la oposición que ejerció. En un discurso de 1992, el Papa Juan Pablo II adujo:

Desde los comienzos de la época de la Ilustración hasta nuestros días, el caso de Galileo ha constituido una especie de «mito», en torno al cual la imagen fabricada de los acontecimientos se ha alejado bastante de la realidad. En esta perspectiva, el caso de Galileo fue un símbolo del supuesto rechazo, por parte de la Iglesia católica, del progreso científico, o bien del «oscurantismo» dogmático opuesto a la libre búsqueda de la verdad.


 No obstante, sin duda el hecho de que la Santa Inquisición condujera al anciano y enfermizo Galileo a inspeccionar los instrumentos de tortura en las mazmorras de la Iglesia no solamente admite, sino que requiere con justicia una interpretación así. No se trataba de cautela y reserva frente a la ciencia, de renuencia a cambiar de paradigma hasta disponer de evidencias probadas, como en el caso del paralaje anual. Era puro temor a la discusión y al debate. La censura de visiones alternativas y la amenaza de torturar a sus defensores revelan una falta de fe en la propia doctrina y los mismos feligreses que ostensiblemente están siendo protegidos. ¿Para qué habían de servir las amenazas y el arresto domiciliario de Galileo? ¿Acaso no puede la verdad defenderse a sí misma en su confrontación con el error?
A pesar de ello, el Papa añade:

El error de los teólogos de la época al defender la centralidad de la Tierra residió en pensar que nuestra comprensión de la estructura física del mundo nos venía impuesta, en cierto modo, por el sentido literal de las Sagradas Escrituras.

Con ello, verdaderamente, se ha efectuado un progreso considerable, a pesar de que los defensores de doctrinas fundamentalistas quedarán angustiados al escuchar de boca del Pontífice que las Sagradas Escrituras no siempre son literalmente ciertas.

Pero si lo que contiene la Biblia no es verdad punto por punto, ¿qué partes son fruto de la inspiración divina y cuáles son meramente falibles y humanas? Además, si admitimos que las Escrituras contienen errores (o concesiones a la ignorancia de los tiempos), entonces ¿cómo puede ser la Biblia una guía infalible para la ética y la moral?

 Texto extraído del libro Un punto azul pálido, de Carl Sagan (Ed.Planeta)
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