jueves, 22 de diciembre de 2011

El péndulo de Foucault


Aunque nuestra mente (y junto a ella, nuestros Dioses) sea incapaz de abarcar la inmensidad del universo que nos envuelve en silencio y discreción, éste parece estar interconectado en su totalidad, siendo nuestro planeta (y con él, nosotros y nuestras mentes)  parte de dicha totalidad.  Cuando León Foucault realizó su experimento más celebrado en 1851 no sospechaba las implicaciones que conllevaría. Por aquel entonces no se contaba con la prueba experimental de que la tierra giraba sobre sí misma.   Ese era pues el objetivo del físico francés: demostrar la rotación de la tierra. Para ello, suspendió una bala de tamaño considerable de una cuerda de gran longitud que cuelgaba de la bóveda del Panteón de París (en la imagen de arriba).  El péndulo fue puesto en marca un día de primavera.  Foucault pronto se percató de que el plano de oscilación del péndulo no estaba fijo; esto es: la dirección de sus idas y venidas se iba desplazando, girando alrededor de un eje vertical. ¿Por qué motivo?   Foucault  se respondió de la siguiente manera: es la tierra quién gira mientras que el plano de oscilación del péndulo se mantiene.  Es, por lo tanto, una ilusión propiciada por nuestra escala (tanto física como mental). 
Entonces surge el verdadero enigma.  Si, como dije, la oscilación se mantiene inalterable respecto a qué punto fijo  ¿Dónde se encuentra dicha referencia inmóvil? La tierra gira alrededor del sol. El sol gira a su vez en uno de los brazos de la Vía Láctea. Ésta a su vez se desplaza a su vez hacia el centro del grupo local de galaxias, que a su vez es arrastrado hacia un grupo más vasto, que a su vez… etc… ¿Dónde se está pues dicha referencia?    
La conclusión derivada del experimento es que el péndulo se alinea con inmensas concentraciones celestres que se hallan en los confines del universo, indiferente con la presencia de los soles y galaxias más cercanos.  
Con este sencillo experimento somos capaces de intuir esta sorprendente interrelación del todo con el todo pues, de alguna manera, el movimiento del péndulo lo marca el universo en su conjunto. Como diría Teilhard de Chardin: “En cada partícula, en cada átomo, en cada molécula, en cada célula de materia viven escondidas y trabajan a espaldas de todos la omnisciencia de lo eterno y la omnipotencia de lo infinito”. 

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