miércoles, 28 de diciembre de 2011

La pasión de Camille Claudel


De niña no jugaba con juguetes; jugaba con barro. Sus manos infantiles esculpieron a quien se prestaba a ello. Ya mujer, fue musa de Rodin. También fue su amante. No más.  Rodin estaba fuertemente unido a otra mujer. Una de las obras más importantes de Camille reflejará dicha situación:  L'Âge Mûr. 



En esta escultura Camille, arrodillada e implorante, dirige sus manos hacia Rodin, que le da la espalda mientras una mujer mitad ángel mitad bruja (que representa a Rose Beuret) se lo lleva. Rota de desamor cae en brazos del compositor Claude Debussy, también unido a otra mujer. En ese momento sus obras empiezan a tener cierto éxito, pero  Camille está definitivamente rota de desamor y se derrumba.



Su taller será su refugio.  Sola, profundamente sola, verá como su madre y su hermana tratán ingresarla en un psiquiátrico. Su padre lo impide una y otra vez hasta que éste muere en 1913. El 10 de marzo de aquel mismo año, con el cuerpo aún caliente del padre en la tumba, internan a Camille en un sanatorio, del que, a pesar de su recuperación y sus lúcidos y desgarrados ruegos a su hermano Paul, nunca saldrá.  Le quedaban todavía 30 años por delante. La familia prohibió que recibiera visitas. Salvo su hermano Paul, alguna que otra vez, nadie fue nunca a  verla. Falleció en 1943. La sepultaron en una tumba sin nombre, con los números 1943 -n392, en el pequeño cementerio de la institución mental. Tras la muerte del hermano en 1955 se levantó el veto que existía en la familia acerca de Camille y los descendientes quisieron dar una tumba digna a Camille Claudel. Escribieron a Montdevergues solicitando la ubicación exacta de la tumba y la exhumación para su traslado. La institución les contestó que la tumba había desaparecido, ya que la institución había necesitado una serie de ampliaciones y se habían utilizado los terrenos del pequeño cementerio donde se enterraba a los pacientes olvidados por sus familias.


En palabras de Eduardo Galeano: "Casi medio siglo después de su muerte, sus obras renacieron y viajaron y asombraron: bronce que baila, mármol que llora, piedra que ama. En Tokio, los ciegos pidieron permiso para palpar las esculturas. Pudieron tocarlas. Dijeron que las esculturas respiraban."


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