martes, 28 de febrero de 2012

El compromiso de Werner Bischof



Su calidad era incuestionable. Su amplitud temática también.  Tenía 38 años cuando perdió la vida en Sudamérica, en un accidente aéreo.  Antes, durante 18 años, la había ganado (su vida) con su compromiso: su trabajo sobre el hambre en la India (1951) en la revista Live impulsó un movimiento espontaneo de  ayuda en los Estados Unidos. Como muchos otros fotógrafos, quiso ser pintor pero en su camino no iba a encontrar caballetes anclados en la tierra ni pinceles manchados de colores sino un mundo abierto y misterio por el que pasear la cámara de sus inquietudes. Pronto tuvo que afrontar el conflicto entre la fotografía pictórica y la producción fotográfica moderna, y lo hizo desde la perspectiva de su primera vocación, aunando ambas corrientes, apostando por las soluciones claras y la perfección.  Esta nueva estética encontró especial aplicación en los campos de la publicidad y la moda. La guerra de los cuarenta le enseñó que la cámara podía ser un medio de denuncia muy eficaz.  De este modo, el instrumento adquiría una suerte de humanidad, de dolorosa cercanía. Siempre antielitista, encontró su camino - junto a Cartier-Bresson y tantos otros - en la agencia Magnum cuyo primer trabajo de grupo define perfectamente el espíritu que los impulsaba: La gente es gente. Debido a su compromiso, varios de los miembros de la Magnum murieron en el ejercicio de su profesión: Bischof en los Andes, Capa en Indochina, Seymour durante la crisis de Suez. La agencia quiso honrarlos con una exposición conmemorativa que se tituló '''The concerned Photographer" (El fotógrafo comprometido). Y lo eran. Vaya si lo eran.
















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