martes, 14 de febrero de 2012

La grandeza y la pobreza de Marie Curie


Llegó a París desde Polonia en 1891 con su pobreza.  Estudió en la Sorbona, siempre en la primera fila de las clases, ajena a sus compañeros; por unas horas, ajena a las estrecheces económicas,  volcada en sus estudios, atrapada en sus libros de ciencias.  En casa, para ahorrar carbón, no encendía el calentador mientras pasaba las horas inmersa en el calor de  los números, en el volcán de las ecuaciones, con el cuerpo entumecido por el frío y el alma abrasada por el aprendizaje.  Su dieta era sencilla, escasa, incluso extrema. Su salud se resintió. Su vocación nunca. Estaba por encima de su cuerpo.

Aparece en su vida Pierre Curie, un científico francés, también volcado en cuerpo y alma en la investigación científica. Le propuso matrimonio. Diez meses y muchas dudas después daría su respuesta: sí.  Se establecieron en un diminuto apartamento del 24 de la calle de la Glacière.  Lo decoraron con libros que abarrotaban las paredes y un escritorio sepultado por sus trabajos.


Poco después nacería su primera hija, Irène, que con los años ganaría el premio Nobel. Marie cuidaba de su casa, atendía a su hijita y preparaba la comida, sin descuidar por ello el trabajo en el laboratorio; trabajo que debía llevarla al descubrimiento más importante de la ciencia moderna.

Con dos títulos universitarios, su próxima meta sería el doctorado.  Buscando un tema para su tesis, se interesó por el trabajo de Becquerel, quién había tropezado, sin profundizar, con la radioactividad.  El matrimonio Curie se enfrentaría de este modo con el reino de los desconocido, horizontes intelectuales en los que ningún hombre había reparado con anterioridad.

Marie logro un permiso para trabajar en una pequeña sala en los sótanos de la Escuela de Física. En unas condiciones extremas por adversas, ayudada por su marido, descubrió dos elementos nuevos: el polonio (en homenaje a su tierra natal) y el radio.  Tuvieron que pasar 4 años, sin embargo, para que el matrimonio pudiese demostrar la existencia de sendos elementos, que extraían de grandes cantidades de residuos.  

"A pesar de todo - escribiría Marie, tiempo después -, en aquella miserable barraca pasamos los mejores y más felices años de nuestra vida, consagrados al trabajo. A veces me pasaba todo el día batiendo una masa en ebullición con un agitador de hierro casi tan grande como yo misma. Al llegar la noche estaba rendida de fatiga."

Pero para investigar tenía que dedicar muchas horas al día en la docencia. Esto les empujaba  a olvidarse en muchas ocasiones de comer e incluso de dormir. “La intensidad de la  radiación del radio sobrepasó todo lo esperado, pues era dos millones de veces mayor que la del uranio. Los rayos que despedía atravesaban las sustancias más duras y más opacas, y solo una gruesa plancha de plomo era capaz de resistir su penetración destructora.

El último y más maravilloso milagro era que el radio podía convertirse en un aliado del hombre en su lucha contra el cáncer. Tenía pues, una utilidad práctica, y su extracción había dejado de tener un simple interés experimental. Iba a nacer la industria del radio.”

Cierta mañana recibieron una carta de varios ingenieros de los Estados Unidos demandando información, ya que querían utilizar el radio en Norteamérica.

“-Tenemos dos caminos - le dijo Pierre -, o bien describir los resultados de nuestra investigación, sin reserva alguna, incluyendo el proceso de la purificación...

Marie hizo mecánicamente un gesto de aprobación y murmuró:

-Si, desde luego.

-O bien podríamos considerarnos propietarios e "inventores" del radio, patentar la técnica del tratamiento de la pecblenda y asegurar- nos los derechos de la fabricación del radio en todo el mundo.

Marie reflexionó unos segundos: -Es imposible- dijo luego -. Sería contrario al espíritu científico.


Pierre sonrió con satisfacción. Marie continuó: -Los físicos siempre publican el resultado completo de sus investigaciones. Si nuestro descubrimiento tiene posibilidades comerciales, será una circunstancia de la cual no debemos sacar partido. Además, el radio se va a emplear para combatir una enfermedad. Seda imposible aprovecharnos de eso...

-Esta misma noche escribiré a los ingenieros norteamericanos para darles toda la información que nos piden.

Poco después, Pierre y Marie rodaban sobre sus bicicletas hacia el bosque. Acababan de escoger entre la fortuna y la pobreza; entre el egoísmo y la grandeza.

Eran otros tiempos que ponen de relieve las contradicciones de nuestra mal llamada evolución.

   
Fragmentos y bibliografía www.portalplanetasedna.com.ar

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