jueves, 28 de julio de 2011

Emilio Morenatti



No sabe cómo definirse, pero su identidad refleja el compromiso de contar lo inenarrable, de captar lo inabordable, de hacernos sentir lo (que creíamos) inexistente. Tiene una meta: alcanzar una invisibilidad perfecta que le permita retratar la realidad sin interferir en ella. El sueño de todo fotógrafo. El precio, sin embargo, es muy alto: en 2009 perdió un pie en Afganistán.  

En estos tiempos de noticiarios televisivos, en el que el contexto de los hechos es secundario, se retroalimentan ideologías y el flujo de las emociones se anestesia hasta convertir la noticia en un entretenimiento de sobremesa para toda la familia, trabajos como los de Emilio Morenatti resplandecen por su compromiso.  

Hoy en día adoramos que nos cuenten cuentos. Necesitamos creer que estamos informados. Nuestro mundo tiene que ser creíble, aunque éste no se ajuste a la realidad. Ya no se trata de informar, sino de producir un efecto de información. Los protagonistas de la noticia no son importantes para el espectador, y salvo que ésta se repita durante días, machaconamente, ni siquiera lo será la misma noticia. Entretenimiento con fecha de caducidad y una dosis calculada de morbo y masoquismo.    

Profesionales como Emilio Morenatti son más necesarios que nunca. Son capaces de arrancar fragmentos a la realidad, sin tratamientos, atrapados para siempre, accesibles en la posteridad. Sin sonido, sin un montaje especial, nos enfrenta a una imagen, respetando nuestra opinión. En realidad, nosotros somos la opinión, no simples espectadores pasivos. 
















Su testimonio:
"Esta imagen, que tomé en 2005 en Nablus [Cisjordania], tiene una historia bastante sórdida. La Autoridad Palestina paga -o pagaba- a cada uno de los mártires que los israelíes matan. Nos contaron que se entregaban armas de plástico a niños con alguna minusvalía psíquica y que los situaban en lugares donde quedaban a tiro de los soldados israelíes.

El ejército israelí controla de forma permanente la ciudad desde sus torres de vigilancia, y cuando ven un militante armado, disparan. En Palestina, un niño con un arma de plástico puede pasar por militante y ser abatido.

Cuando se hizo evidente que muchos niños morían abatidos entre la zona de Jenin y Nablus, algunos lo justificaron diciendo que era para cobrar lo que la Autoridad Palestina pagaba a los mártires, mientras que otros afirmaban que los niños que morían no eran retrasados, sino niños 'normales' que sencillamente estaban jugando con sus armas de juguete.

Eran dos versiones opuestas y una situación completamente ridícula. Lo único certero en esta historia es que eran simplemente niños jugando en la calle con sus pistolas de juguete. Poco importa si se trataba de niños con una minusvalía o sin ella. El ejército israelí acababa con sus vidas, y a pesar de los modernos y sofisticados equipos que dicen tener, eran incapaces de distinguir a un niño con una pistola de plástico de un miliciano palestino."










2 comentarios:

  1. Que existan hoy en día periodistas y fotógrafos comprometidos es algo que me llena de alegría. Me hace pensar que el ser humano todavía puede aportar mucho. Este pesimismo periodístico que últimamente me rodea supongo que se debe al hecho de todos los “periodistas y comentaristas” que aparecen en la TV y que con sus grandes noticias, tipo de quien se ha liado con quien este fin de semana, parece que están salvando al mundo. He dejado de ver Televisión. Y qué decir de la prensa, no soy periodista, y muchas veces me pregunto: ¿es tan difícil ser objetivo? Cuando se estudia periodismo, ¿no es una premisa de la que se debe partir siempre? ¿me estoy confundiendo?

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  2. La premisa actual es el dinero. La objetividad nos la guardamos o está condicionada por la línea editorial. Muy pocos se atreven a corren riesgos.

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